"Bastaría despertar en la humanidad la conciencia de que el hombre no sólo corre gravísimo peligro en el momento de nacer, en la asfixia del parto o en sus peripecias sino que es aún mayor el riesgo que le acecha en los primeros meses de vida. ¿Por qué extraña ceguera, pediatras, educadores, filósofos, psicólogos, todo el mundo, olvidan esto?. Es el momento en que se va a realizar su encuentro decisivo, en la constitución física del cerebro, en sus neuronas y sistemas encimáticos, la percepción y el afecto, la primera vivencia temporal, las tensiones internas, el placer y el dolor. Lo que entonces ocurra puede ser tan irreversible como una lesión anatómica. En el alborear de la vida el mundo perceptivo requiere el hábito del amor, del afecto, para franquear, como dice Spitz, ese misterioso puente sobre lo estrictamente material que lleva a una armoniosa unidad psicosomática.^[...]...dejando de lado totalmente la cuestión esencial. Que no es más que ésta, escalofriante. La disminución de la tutela diatrófica, el raquitismo de la ternura, la asfixia del diálogo constitutivo, lanzará al mundo, en proporción creciente, millones de seres en apariencia inteligentes, cultivados, diestros en admirables raciocinios. Pero profundamente tarados en su núcleo espiritual, preesquizofrénicos o pre-psicóticos, delincuentes potenciales o neuróticos graves, o "liminares" como ahora se dice."
Rof Carballo

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