Estamos acostumbrados a ocultar nuestro dolor, a disimular , a pasar por alto. Nosotros los adultos a menudo no somos el mejor ejemplo de autoconciencia y de reconocimiento de lo que no funciona en nosotros negándonos a mirar donde duele. Pero ya somos mayores y debemos y podemos despertar a nuestros traumas. Nuestro lado oscuro es la puerta abierta al autoengaño y a tener una vida sin sentido.
Y ahora, en nuestro papel de padres o educadores, tenemos ante nosotros la vida de un niño, adolescente o adulto ya , dependiendo de la edad. Nosotros podemos cambiar el rol en el que hemos sido educados y al que nos invita la sociedad. En general, el dolor nunca ha sido reconocido ni nos han enseñado a expresarlo, más bien al contrario nos han enseñado a esconderlo a través de frases como: - ¡Va! eso no es nada!; - Hay que sacrificarse, venga no te quejes!; ¡A sonreir, no pasa nada!
Ser un ser íntegro implica reconocer nuestros talentos y partes luminosas y reconocer también nuestras imperfecciones y heridas. Esto sólo se puede hacer si dejamos de disfrazar nuestros sentimientos para hacer que otro día más llegue con su rutina haciendo que nada pasa.
Poder compartir las heridas con alguien , que no te va a rechazar, corregir recomendar, sino que va a estar a tu lado , escuchándote, reconociéndote hace que la herida no sea ocultada y pueda "darle el aire" y sanar. A menudo hasta que no somos padres no somos conscientes de todas los aspectos de nuestro ser, es tan fuerte el impulso de lo cotidiano, de las obligaciones que no nos paramos a mirar y poner palabras a lo que nunca hemos contado , a lo que de verdad sentimos , a reconocer nuestras necesidades y dar espacio al interior.
Como padres podemos aprender a reconocernos si observamos las necesidades de nuestros hijos. En qué lugar las necesidades de mi hijo, su herida resuena con la mía. Estar presentes sin quitar importancia a sus sentimientos, ser capaces de tengan la edad que tengan reconocer y animar a compartir sus heridas, sus necesidades; no porque le persigas por la casa diciendo ¡cuéntamelo, cuéntamelo! sino porque creas un espacio, unos lazos donde eso se hace posible... No porque sepas cómo sanarlas, ni porque sepas la solución sino porque al compartirla no se convertirá en trauma, podrá sanarse porque será reconocida, al no ocultarla se le quitará todo el poder.
No deja de impactarme el hecho de que la mayoría de los niños que sufren Bulling no lo dicen en casa, no lo comparten, cómo es posible? ¿Por qué esos niños no hablan de eso con las personas que más los aman? ¿Qué feedback se ha generado allí?
Ojalá nuestros hijos encuentren en los hogares y escuelas el lugar donde también compartir sus heridas sin ser juzgados, victimizados, ni acusados. Que siempre encuentren en nosotros los testigos necesarios para reconocer ellos mismos sus luces y sus sombras.
Imagen de: Annie Spratt en Unplash POST POR: Sonia Mohedano.
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